Relato 1: Oculta
Me levanto de mi escritorio, y me dirijo a la
cocina a tomarme el tradicional té de naranja. Sí, todas las tardes cuando
termino mi columna, la cual es publicada al día siguiente, a eso de las 5:30
a.m. en “The Times” suelo tomarme el té que desde niña mi madre preparaba en la
tetera de la abuela.
Mientras bebo sorbo a sorbo, pienso en lo que
me dicen todos. Mi vida es un asco, aburrida y hasta se podría decir que
desquiciante. Yo pienso lo mismo, pero sé que cada noche cuando dejo mi casa
para verle a él, todo cambia. La gran escala de grises que se apodera de mí
durante el día se vuelve a todo color, e incluso, pura luminosidad en la noche.
Ahora, pensando en este hecho, se me dibuja una sonrisa y suelto una carcajada
nerviosa que hace que manche toda la encimera de té.
Hace cuatro meses todo cobró sentido, o al
menos mis noches, sí lo hicieron. Por fin puedo sentirme viva después de mucho tiempo.
No es que mi carrera no me guste, al contrario, adoro mi profesión, pero nada
tenía sentido en mi vida antes de que apareciera él. Quizás necesitaba la pieza
del puzle que faltaba para poder ver este nuevo mundo en el que estoy
sumergida.
Y así pasó. Una tarde noche cuando paseaba
con la música de Avril Lavinge en mis cascos. Comenzó a llover. Entonces, apuré
el paso hasta llegar al cobijo de la entrada de una tienda de relojes, allí me
paré a observar cada uno de aquellos relojes llenos de diamantes. Y oí su voz.
_ ¿Te
gustan?_ De un saltó, me volví y allí estaba él. Un hombre alto, robusto, de
pelo castaño, ojos verdes y brillantes. Sus manos, sus manos me sostenían por
los hombros. No podía articular palabra.
_Estás
empapada. Por si no te has dado cuenta soy tu vecino, el del 5ºB. Me ofrezco a
llevarte a casa._ No podía mirarle. Sólo asentí y le seguí hasta su coche.
Subimos escalón a escalón, hasta llegar a mi
puerta. Saqué las llaves del bolsillo y las giré bajo la ranura. No abría. Y mientras
sufría una de mis crisis nerviosas, él me miraba desde el rellano de su puerta.
_ ¿Qué
pasa, no abre? _ Con la cara encendida y un sudor frio. Llena de vergüenza, le
contesté un escueto “no”
_Espera,
yo lo intento.
Me invitó a pasar la noche
en su casa, ya que no había forma de poder entrar en la mía. En mi interior sabía que no
debía aceptar su invitación, siempre había sido muy cuidadosa con las
relaciones con desconocidos, y además todo me daba miedo. Pero
inexplicablemente aquella noche le dije que sí. Acepté su invitación.
Al entrar me enseñó el camino hacia un baño de
baldosas blancas y negras, como el tablero de un ajedrez. Me tendió un chándal
y unas zapatillas. Mientras me secaba después de la adorable ducha, me
preguntaba qué hacía allí. No había explicación, solo me dejé llevar por su
voz, su mirada y sus manos. Esas manos que tanto llamaban mi atención.
Cenamos ensalada y un vino blanco exquisito,
mientras charlábamos de mi trabajo y el suyo. Resultó ser un chico adorable,
encantador y muy gracioso. Después de ver un rato la televisión, un tanto
incómoda le dije:
_Estoy
un poco cansada, debería ir a dormir._ Con su mirada ardiente se acercó a mí y deslizó los
dedos por mi mejilla roja como el fuego.
_ ¿Tan
pronto?_ Iba bajando su mano hacia el cuello, donde dibujó una fina línea de
hombro a hombro. Escalofríos recorrían mi piel. Sorprendentemente no sentía
miedo y mi boca tomó un gesto juguetón. Permanecía inmóvil percibiendo cada una
de sus caricias, las cuales me proporcionaban una sensación nueva. Siguió
bajando desde mi cuello hasta el centro de mis senos, donde desveló mi piel. Me
bajó los tirantes de la camisa hasta medio brazo, y besó cada espacio vacío de
mi piel. Durante
un impulso me atreví a rozar la piel de su espalda bajo la camisa. Gimió.
_ Necesito
desnudarte Erika._ El sonido de su voz me hizo estremecerme y por supuesto,
asentí. Me quitó la camisa en un gesto casi malabar, me cogió por la cintura,
me recostó en el sofá, me desprendió de los pantalones con una rapidez
alucinante. Se detuvo en mi ropa interior (un bóxer que tomé prestado bajo su
permiso).
_Te
queda muy bien, pero estoy seguro que estarás mejor sin él._ Y sin ni siquiera
dudar me lo quitó sin esperar respuesta. Me observó desde lo alto, donde pude
darme cuenta de su miembro erecto tras su pantalón. Se quitó la camisa y luego el
pantalón, a continuación su bóxer de
licra negro. Y con suma rapidez puso su cara frente a la mía y comenzó a
besarme, apasionadamente. Su lengua jugueteaba con la mía y entre risas
nerviosas le mordía el labio sin querer. Fue bajando su boca por todo mi cuerpo,
parándose en mis pezones, los cuales mordió. Sentí máximo placer y no pude
resistir las ganas de gritar. Paró.
_ ¿Estás
bien Erika?
Entre
respiración y respiración le conteste. _Si, por favor sigue._ No podía dar
crédito a mi respuesta, pero así era, quería que siguiera.
Bajó y bajó hasta dar con mis muslos, y desde
el exterior al interior su lengua le proporcionaba vida a todo mi ser. Rodeó mi
sexo con su lengua y un torbellino de sensaciones invadió mi cuerpo. Ahora se
colocaba la protección e introducía despacio su miembro dentro de mí. Muy
despacio primero, después con grandes embestidas que me hicieron jadear y
gritar de puro placer. Paraba y seguía con un ritmo intermitente que me dejaba
fuera de combate sin apenas poder respirar. Llegamos juntos al climáx y se
desplomó sobre mí. Así estuvimos un tiempo que me pareció eterno. En realidad,
no podía moverme y por lo visto él tampoco. Después de largo rato me miró y solo
le pude sonreír.
_Me
gusta la morbosa de mi vecina, de hecho, vine a vivir aquí para algún día poder
hacer esto._ Perpleja, solo pude reír.
_Me
siento desconcertada, acabo de follarme a mi vecino ¡¡¡Y sin conocerlo!!!
_ Ahora
me conoces y mejor que muchos_ Me guiñó un ojo, y preguntó_ ¿Te ha gustado
sentirme dentro de ti?
_ Ha sido el mejor polvo de mi vida_ y con una sonrisa pícara
le dije._ Tendremos que repetirlo.
Nos metimos en la ducha
enjabonándonos mutuamente y después de secarnos me llevó de la mano a su cama
donde dormimos sin mantener conversación alguna. Él, abrazándome posesivamente.
Así fue como le conocí. Así fue como mi vida
cobró sentido. Desde aquel día todas las noches las paso al otro lado de mi
puerta, en casa de mi vecino, el cual no conocía de nada, pero se ha convertido
en el amante perfecto. Nadie lo sabe, por supuesto, eso es lo que le da sentido
a nuestra relación. Quizás por eso nos vemos con tantas ganas y no hay un solo
segundo en el que no piense en volver a su cama, al calor de sus caricias, a
ese maravilloso mundo que me hace vibrar y flotar al mismo tiempo.
FIN
Violeta
Vicinelli
Relato 2: Un masaje especial
Ya casi es la hora de cerrar estoy
esperando por un cliente para un masaje corporal.
De
repente por la puerta entra un hombre
alto, moreno, muy atlético con un cuerpo que no pasa desapercibido. Era
tremendamente sexi. No sabría decir la edad
porque tenía cara de treinta y largos pero su cuerpo decía todo lo contrario.
Me apresuro y lo paso a la cabina de
masaje que ya lo tenía todo preparado con las velas aromáticas y los aceites
frutales.
- Déjese la ropa interior y túmbese sobre
la camilla. Enseguida vuelvo.
Salgo de la cabina a coger un poco de
aire porque estoy acalorada. Nunca me había pasado esto porque yo soy muy
profesional y respeto la intimidad de mis clientes, pero hoy todo era
diferente.
Cuando entro el esta tumbado boca arriba,
me quedo paralizada y mi mirada se fue para su entrepierna, rápidamente dejo de
mirarle y agradezco la luz de las velas para que no se vea lo colorada que
tengo las mejillas.
- Túmbese boca abajo por favor.
Comenzaremos por las piernas.
Me estregué aceite en las manos y comencé
con el masaje. Mi mirada no salía de su
trasero. Estaba mas acalorada de lo normal ya empezaba a fantasear con
ese hombre. Termine de masajear las piernas y pase a la espalda embriagada con
mis pensamientos eróticos.
- Dese la vuelta continuaremos por
delante.
Al darse la vuelta no pude evitar mirarle
ahí, me concentro rápidamente en mi trabajo y comienzo a masajear las piernas,
cuando llego al muslo puedo notar en mis manos cada unos de sus músculos, el
aceite hace que mis manos se deslicen con facilidad.
Me agarra la mano con fuerza y me la
coloca en su pene, la quito de inmediato, me doy la vuelta avergonzada, aunque
en realidad no tengo porque sentirme así porque no he hecho nada, ahora no se
si decirle que se valla o darme la vuelta y subirme encima de el.
De repente oigo como se sienta en la
camilla, me agarra por la cintura y me acerca a el, me acaricia los brazos
mientras me besa el cuello y sus manos ahora pasan a mis pechos, los aprieta
con fuerza. Se coloca de pie a mi espalda, me gira y sin dejar de mirarme con
esa mirada sexi me quita los pantalones y las tangas color rosa. Me agarra con
esos fuertes brazos, me sube a la camilla y aprieta su pelvis contra mi sexo.
Me quita la camisa y el sujetador y comienza a chuparme los pezones, yo me dejo
llevar, no soy dueña de mi cuerpo. Coloco mi mano en su erección y comienzo a
moverla con fuerza mientras el gime de placer. Coge una silla que hay en una
esquina de la cabina y la coloca en el borde delantero de la camilla, me tumba
en la camilla y me arrastra hasta que mi culo queda en el borde, se sienta en
la silla y ahora mi sexo esta a la altura de su cara. No puedo parar de
retorcerme en la camilla mientras el mueve su lengua en mi clítoris. Me
introduce un dedo en la vagina y sin apartar la lengua del clítoris me hace llegar
a un orgasmo muy intenso.
Se quita los calzoncillos y se coloca el
preservativo y comienza a penetrarme con fuerza, lo noto dentro de mi, cada
penetración es un calambre que recorre cada centímetro de mi cuerpo. Me coge en
brazos con mucha habilidad y me baja de la camilla me da un beso y me coloca
las manos en la camilla, me inclina hacia delante y empieza a penetrarme otra
vez. Me agarra fuerte por la cintura mientras no deja de penetrarme, se mezclan
mis gemidos con los suyos hasta que en un grito conjunto nos dejamos llevar
hacia un orgasmo de múltiples
sensaciones. Después de unos segundos sale de mí, se quita el preservativo y lo
tira. Comenzamos a vestirnos sin decir nada.
- Creo que la próxima vez probare el masaje
con chocolate.
- Puede usted volver cuando quiera. Le
atenderemos con mucho gusto.
- Lo hare pero me atenderá usted.
Isis
Relato 3: Un reencuentro muy esperado
Se paró todo a mí alrededor, habían
pasado meses sin vernos.
No es de esos hombres que te quita el
hipo al verlo pero a mi me resultaba atractivo y sexi. Nunca ha desaparecido
esa atracción sexual que existe entre los dos.
Nos miramos de una forma ardiente, con
deseo, nos saludamos y nos dimos dos besos en las mejillas.
La pista de la discoteca estaba muy
animada y decidimos pedirnos unos
cócteles. Nos miramos con un deseo casi incontrolable.
De repente noto como su mano recorre mi
pierna y sube hasta mi muslo mientras me dice: - me encantan tus piernas. No
para, sigue jugando, sube un poco mas y mete su mano por debajo de mi vestido,
me estremezco de placer, pero miro a mi alrededor consciente de que estamos
rodeados de gente, pero nadie se ha dado cuenta de este juego que acabamos de comenzar.
El sigue sin piedad acariciando todo mi
cuerpo. Se coloca detrás de mí y aprieta su erección contra mi trasero, la
puedo notar, y me excito mucho.
De
repente me agarra con fuerza y me sube sobre la barra, me sube el vestido y me
aparta las tangas y hace que mi cuerpo sea suyo.
Cuando abro los ojos la barra estaba con
las mismas copas a medio vaciar y nosotros seguíamos de pie en el mismo lugar sin indicios de que hubiese pasado algo. Volví
a la realidad, acalorada por esa fantasía que solo ocurrió en mi mente.
En ese momento decidí que era el momento
de irnos porque no sabía cuanto mas íbamos a poder controlarnos.
Paró un taxi y nos fuimos a mi casa. En
el trayecto a casa no deja de acariciarme la pierna y darme besos. En seis
minutos ya estamos por fuera de mi casa. Casi no puedo abrir la puerta, me besa
el cuello con deseo, con pasión, mientras me acaricia cada parte de mi cuerpo.
Tropezamos con todo antes de llegar a la
habitación. Me tira contra la pared, me
besa el cuello mientras mete su mano por debajo de mi vestido y me acaricia el
sexo. – Me excitas mucho. Yo jadeo, y me dejo llevar en sus brazos. Le quito la
camisa y los pantalones, empiezo a acariciarle el pene con delicadeza. Me quita
el vestido pero no me quita los tacones negros que llevo puesto, huau que
excitación. Me siento en el borde de la cama y le quito los calzoncillos y su
pene es un juguete de mi boca y de mi lengua, lo puedo oír gemir de placer. Me
aparta, y sin dejar de mirarnos me desabrocha el sujetador con mucha habilidad,
me tumba sobre la cama y comienza a jugar con mis pezones, sigue bajando por mi
cuerpo lleno de deseo, y noto su lengua en mi clítoris. Mueve la lengua muy rápido, con fuerza y en círculos. Estoy llena
de sensaciones noto calambres por todo mi cuerpo, me estremezco debajo de el,
hasta que de repente no puedo mas y me hace llegar a un orgasmo intenso. Se
tumba en la cama a mi lado y me da un preservativo, lo abro con cuidado y se lo
coloco en su erección. Me subo encima de el e introduzco su sexo dentro de mi.
Mi cuerpo comienza a moverse guiada por la excitación que siento mientras el me
acaricia los pecho. El ritmo de mis movimientos va aumentando y puedo ver su
cara de placer, como se retuerce debajo
de mi cuerpo. Hecho la cabeza hacia atrás y sigo moviéndome de arriba abajo. De
repente me coge en brazos y me pone de
rodillas mirando hacia la pared.
– Ahora me toca a mi. – Si por favor.
Me penetra con fuerza y yo me pierdo en
esa sensación, somos un mismo cuerpo, con ganas de sexo y pasión. - Me excitas
mucho cari.
Los dos nos perdemos en un grito por un orgasmo que parece no terminar.
Nos quedamos uno al lado del otro
mirándonos intentando recuperar la conciencia y las fuerzas. La noche es larga.
FIN
Venus
Relato 4: Un día de playa
No me suelen gustar los días playa, pero siempre los veranos
tengo que ceder y acompañar a mi novia a una de esas playas que tanto le
gustan. Playas de arena donde el sol lo quema todo, a esas playas donde tantas
mujeres dejan al descubierto sus maravillosos pechos y donde predominan los
tangas. Y por si fuera poco, mi problema es doble, soy bisexual, también tengo
debilidad por lo buenos cuerpos masculinos, que sin duda, los hay.
Un caluroso día de agosto la insistencia de mi pareja hizo
que cogiéramos los equipos playeros y nos fuéramos rumbo a la playa. Nos
subimos al coche y partimos, hoy mi pareja se había levantado un poquito exitada,
antes de salir me había morreado varias veces y sus manos no paraban de
tocarme. En el coche, de camino, mientras yo conducía empezó con su mano izquierda a tocarme el muslo y
poco a poco se acercaba poco a poco a mi pene, que ya comenzaba a tener
síntomas de un posible erección. Mi novia me miró y dijo: - antes de salir
deberíamos haber hecho el amor, estoy muy cachonda. – Tranquila que ya
volveremos y te daré lo tuyo, - le dije. Mientras me seguía tocando nos
mirábamos y sonreíamos, de repente sentí
su mano encima de mi pene, me gustaba esa sensación aunque era un poco incómodo
concentrarse en la conducción. A continuación metió su mano por debajo de mi
pantalón, me la agarró muy fuerte con su mano y empezó a masajearla. Me estaba
poniendo muy cachondo, le dije que parase pero ella estaba también un poco
fuera de si. – ¡qué haces, estoy conduciendo! Me la saco y empezó a masturbarme.
Yo tampoco es que pusiera mucha resistencia, aquello me estaba poniendo a cien,
pronto logré una erección monumental. Un par de minutos después llegamos al
aparcamiento de la playa y tuvimos que dejar lo que estábamos haciendo, a esa
hora ya había mucha gente allí. Salimos del coche, cogimos las cosas y nos
fuimos a coger un sitio dentro de esa arena caliente que tanto detesto. Estaba
llenísimo todo, sólo había un huequito entre tantos y allí nos metimos. Justo
al lado había una pareja, un poco más jóvenes que nosotros, de unos 20 años, la
chica era morena, de estatura normal, ojazos verdes, un cuerpo atlético, muy
atractiva. El chico, musculado, cuerpo bien trabajado en el gimnasio, guapo,
buenos pectorales y unos abdominales muy interesantes al igual que el
intrigante paquete que mostraba. Osea, que el calentón que traía del coche se
iba a ver multiplicado por mil con esta pareja tan cerca.
Con el paso de las horas, y después de algunos chapuzones me
di cuenta de que mi novia se había fijado bastante en ese chico, no paraba de
mirarlo hasta el punto de que él también se percató y en una de esas me fijé que la miró de forma pícara y le sonrió. Yo
hice como si no hubiera visto nada, no me importaba, yo estaba muy entretenido
con el topless de la chica. Sus pechos eran perfectos, completamente redondos,
una noventa aproximadamente, tenía los pezones erectos y varias veces se pasaba
su mano por una de sus tetas para quitarse resto de arena. Qué malito estaba,
era difícil ocultar semejante erección. Ya por la tarde, coincidió que mi novia
y el chico fueron a darse un baño y, a pesar de que había mucho espacio entre
ellos se seguían mirando y sonriendo. De pronto una ola los arrolló, al incorporarse se quedaron mas juntos y
después de unas carcajadas se pusieron a hablar y a reírse. Justo en ese
momento la chica también estaba viendo como su novio vacilaba con mi pareja y
sin tardar mucho me miró y dijo: - Hola chico, ¿parece que se llevan bien ellos
no? – Sí, parece. – Le contesté. A continuación miró hacia el bulto de mi
pantalón y me comentó con tono de burla: - ¿eso te lo he hecho yo? – y sonrió.
Yo me quedé un poco cortado, no sabía que contestarle. Mientras seguían su
novio y mi novia hablando y divirtiéndose en el agua, inocentemente cada vez
más cerca. - ¿qué tan si nos también nosotros lo pasamos bien? así de pasó te
ayudo con eso tan grande que tienes ahí, - me dijo ella.
– Me quedé sin palabras, no daba crédito a lo que estaba pasando. - ¿si? ¿cómo?, le contesté. – Se levantó y me dijo que fuese con ella,
enseguida me di cuenta de que nos dirigíamos a uno de los baños portátiles de
la playa. – Entramos, cerró la puerta y acto seguido se arrodilló delante de mí,
me bajó los pantalones y se metió mi miembro en su boca. Mmmm cómo lo hacía, era increíble. – Me gusta tu polla, me dijo – Y a mi tu
boca, le dije yo. La tenía durísima, ahora sólo pensaba en metérsela. Le dije
que parara y que subiera, nuestras lenguas se encontraron por primera vez mientras
yo acariciaba ese cuerpo que tanto había deseado horas antes. Mi boca busco
impaciente sus pezones al mismo tiempo que ella empezaba a jadear levemente. Le
bajé el bikini, la puse de espaldas y mientras ella se echó un poco hacia
delante yo le coloqué mi pene en su húmeda vagina. Estaba muy muy mojada. OOHH
qué calentito estaba, empecé a fallármela, ella gemía profundamente, la agarré
por la cintura para darle mas fuerte, estábamos haciendo mucho ruido, los
jadeos eran mas fuertes y constantes, es probable que alguien nos oyera pero no
me importaba. Al mismo tiempo que se la metía empecé a acariciarle el clítoris.
–Sigue que me corro tioooo, sigueeee. – Se volvió loca de placer, justo después
de acabar su orgasmo una sonrisa picarona me cautivó, se giró, volvió a ponerse
de rodillas y empezó a masturbarme. –córrete en mi boca, -dijo. – Esas palabras
fue un éxtasis para mí y no tarde mucho en hacerlo, descargué mi leche en su
cara mientras notaba que ella disfrutaba de aquello.
Después del acto, nos incorporamos, salí yo primero y me
dirigí hacia toallas. Observé a mi alrededor a ver si veía a mi novia pero no,
no estaba, y el novio de la chica tampoco, ¡qué extraño! ¿a dónde habrán ido?.
FIN
Elchico
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