Noticia de El País del 2/10/13
La estampa de una mujer en imaginativo juego sexual con los
tentáculos de un pulpo, o la de una pareja en pleno acto que muestra sin
tapujos sus genitales al artista, ilustran una forma de arte singular en la
historia cultural y social de Japón. El arte del shunga, cultivado por los
grandes maestros japoneses a lo largo de tres siglos (1600-1900), celebra el
goce del sexo de una forma tan explícita que la exposición que le dedica el
Museo Británico desde el jueves sólo permite el acceso a los menores de 16 años
que vayan acompañados de un adulto.
La muestra despliega más de centenar y medio de grabados,
pinturas e ilustraciones de libros conocidos también como “cuadros de
primavera” (esa estación se utiliza a menudo como eufemismo para aludir al acto
sexual), refinadas piezas de erotismo que en Europa coleccionaron figuras como
Toulouse-Lautrec, Rodin o Picasso. [...]
La mayoría de las obras fueron creadas por artistas de la
escuela ukiyo-e (“mundo flotante”) para exhibir el placer sexual en todas sus
formas, y a menudo lo entremezclan con el humor, como ya hacía la narrativa
medieval japonesa. Los avances en los métodos de impresión en el siglo XVII
promovieron el shunga entre las clase medias emergentes y, a pesar de las
tremendas desigualdades de género, también entre una audiencia femenina. Porque
los grabados expuestos en el British Museum se recrean en la sexualidad de
todos sus protagonistas -hombres y mujeres son participantes activos-, como
recoge entre otras la exquisita serie Poema de la Almohada, del gran maestro
Kitagawa Utamaro.
Las versiones más lujosas tenían sus destinatarios en
acaudalados mecenas de unas obras que, a diferencia de la Europa de aquel
tiempo, no trazaban una barrera moral entre arte y “pornografía”. Las estrictas
leyes del confucianismo regían la vida oficial (las penas contra el el
adulterio, por ejemplo, eran muy severas), pero no se entrometían en el mucho
más relajado ámbito privado. Las ilustraciones de shunga nacieron ajenas a
cualquier censura, y su prohibición formal en 1722 tampoco tuvo un reflejo en
la práctica: eran distribuidas por las redes nacionales de bibliotecas y
prestamistas de libros, que no estaban reguladas. Eso no significa que Japón
fuera un “paraíso del sexo”, pero en esa forma de arte se valoraba que
defendiera unos valores generalmente positivos hacia el placer sexual. [...]

Aún no se puede disfrutar de esta maravillosa exposición
"Sexo y Placer en el Arte Japonés" en nuestro país, pero en Atrévete
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