Noticia de La Vanguardia 03/01/2014
Si cree que el motivo por el que se acuesta con alguien es
original, puede llevarse una decepción, porque los expertos han encontrado
hasta 237 motivos para hacerlo.
Sobran motivos para tener sexo y no siempre es por amor. A
la vista de la lista elaborada a partir de una investigación de la Universidad
de Texas del año 2007, la probabilidad de que el amor dicte los caminos del
deseo disminuye de forma espectacular, porque ese ranking incluye un total de
237 razones distintas, y el afecto sólo tiene que ver con algunas de ellas. Tal
vez para algunos sea decepcionante o a lo mejor obvio para otros que entre los
motivos prevalezca el aburrimiento, el insomnio o el morbo, por no hablar de la
curiosidad, la venganza o para evitar hablar de algún asunto espinoso o
conseguir un trabajo. Si le resulta inquietante, otro estudio más reciente de
la Universidad de Toronto publicado este pasado año le puede devolver cierta
tranquilidad cuando los motivos los reduce a dos categorías: o es positivo o es
negativo, según la psicóloga y coordinadora del estudio Amy Muise.
Aparentemente muy sencillo, sólo hay que saber lo que es positivo y negativo,
según los criterios de cada cual, claro. Pero los expertos aseguran que no es
tan simple y aventuran los verdaderos motivos por los que se tiene sexo.
“Tal vez años atrás podía parecer más simple, sobre todo
entre las personas con la creencia muy arraigada de tener sólo sexo para tener
hijos. Tenía su peso cultural. Aunque no fuera una práctica generalizada en
gran parte de la población, sí había un componente que para algunos podía ser
castrante y culpabilizador si los motivos por tener sexo eran otros,
inconfesables como se decía entonces”, recuerda el psicoanalista Juan Carlos
Albaladejo, socio del gabinete Esperanza Psicólogos. Una vez desterrado este
tipo de moralidad, parece que empiezan a surgir los verdaderos motivos. “El
sexo convencional ha muerto y las personas se atreven a preguntarse a sí mismas
por qué tienen sexo”, apunta también José Carlos Arroyo, coach y asesor
filosófico, miembro de la Associació de Filosofia Pràctica de Catalunya.
“¿Tienes relaciones sexuales para disfrutar de tu propio
cuerpo? ¿Del de la otra persona? ¿Para experimentar? ¿Quizá para conocerte
mejor? ¿Por alguna razón espiritual?... En definitiva, ¿por qué motivos tienes
sexo?”, pregunta José Carlos Arroyo. Él mismo contesta: “Si me preguntaras tú a
mí, te diría que mis relaciones sexuales son para convertirme en una pareja y
un amante nada convencional. Lo normal abunda. Es rutinario y aburre mucho.
Está por todas partes. Sin embargo, tú quieres divertirte y la otra persona
también. Estás en esta vida para disfrutar de cosas nuevas y sentirte feliz”.
Puede ser un motivo, sí, evitar la rutina. Danièle Flaumenbaum, ginecóloga y
autora de Mujer deseada, mujer deseante (Gedisa), llega a asegurar que el 85%
de las mujeres se aburre haciendo el amor. Sorprendente. [...]
“Hay
mujeres con dependencia emocional, que tienen sexo porque toca hacerlo, no
porque quieran o lo deseen, y temen que de no hacerlo su pareja las abandone.
Tienen miedo a quedarse solas”. Es un motivo que indudablemente inhibe la
secreción de hormonas relacionadas con el deseo y la excitación. “¡O emocionas
a tu pareja hasta que se estremezca o serás convencional! La competencia es
dura y los demás lo tienen claro. Busca tu valor en la diferencia y en la
calidad. ¡Ten sexo incondicional! ¡Mejora la vida del otro! ¡Saca el seductor
que llevas dentro y sorprende a tu pareja con algo nuevo!”, cuenta con
vehemencia José Carlos Arroyo. El autor de Reinventar el amor (Luciérnaga) es
tajante: “Elimina el sexo rutinario ya. ¡Deja de leer, cierra este suplemento e
imagina qué le propondrás a tu pareja hoy mismo! Por supuesto, que sea
completamente diferente de lo de ayer. Ya volverás a abrir el suplemento más
tarde y lo leerás con mucha más alegría”. [...]
Como se ha mencionado al principio de este reportaje, recopilaron
una lista de 237 motivos. Los que encabezan la lista no resultan sorprendentes
(desde el “su aspecto físico me gustó”, hasta el sencillo “me hace sentir
bien”). Pero hay otros que los investigadores no se esperaban, como tener sexo
para quitarse el dolor de cabeza cuando generalmente eso se ha usado o se usa
como una excusa para no tener sexo, según explican los propios autores del
estudio. U otros más rocambolescos como tener sexo con una persona para que
rompa la relación con su pareja, o incluso para sentirse más cerca de Dios.
Tampoco falta quien asegura que su motivo es quemar calorías después de una cena
pesada. Más allá de lo convencional o sorprendente que sea esta lista, Cindy
Meston los ha reagrupado según si las razones tienen un origen físico o
emocional o persiguen un fin (como conseguir un ascenso, hacer dinero, ser
popular o por una apuesta). Para no perderse ante tanta motivación, Juan Carlos
Albaladejo identifica aquellas motivaciones “absolutamente egocéntricas que
sólo tienen que ver con uno mismo –como descargar la propia ansiedad, liberarse
de ciertas preocupaciones o sentirse deseado– de aquellas otras más altruistas
–animar a la pareja porque lo necesita o porque está triste–”. Cualquier motivo
es bueno, señala este psicoanalista, “mientras sea consentido. Al fin y al cabo
estamos hablando de la carga erótica, de la fuerza de la vida en contraposición
a la muerte. Aunque todavía el hombre tiene tendencia a temer a la mujer que
manifiesta toda su carga erótica. Es el peso de la educación patriarcal”, que
también dificulta la incondicionalidad del amor. Ante ellos José Carlos Arroyo
aclara que el amor incondicional es un proceso, no un resultado.
Mientras tanto, hombres y mujeres están sujetos a la
evolución del deseo, un mundo lleno de motivos y razones, que trastoca los
estereotipos más arraigados hasta el punto de que los investigadores también se
sorprenden con los resultados de sus estudios. David Buss comenta que algunos
motivos aparecen independientemente de ser hombre o mujer, como tener sexo por
sentirse atraído por la persona, pero otros rompen estereotipos, como la
supuesta tendencia de las mujeres a utilizar el sexo para obtener recursos o
ganar estatus social. “Nuestros hallazgos sugieren que los hombres hacen estas
cosas más que las mujeres en contra de lo que creíamos”. Pero estos mismos
expertos insisten en que no hay tantas diferencias entre hombres y mujeres. Los
estereotipos no parece que se sustenten desde una base científica. [...]
Las respuestas químicas son muy similares. Las hormonas
tienen su papel. Emma Ribas comenta que en una primera etapa prevalecen la
testosterona y los estrógenos. En este sentido, una parte de las motivaciones
para tener sexo estarán centralizados en las habilidades de la seducción para
conseguir al otro. El deseo y la excitación se encuentran en su máximo apogeo.
En una segunda parte prevalece la serotonina, “que nos hace perder la razón, no
podemos vivir sin el otro. Estamos enamorados, y las motivaciones vienen
determinadas en parte por esta casi obcecación en el temor a la pérdida del
otro”.
Y en la tercera etapa prevalece la oxitocina y la
vasopresina, que se caracterizan por fomentar el apego, los vínculos más
profundos, la base de las relaciones más largas. Las motivaciones aquí pueden caracterizarse
por el cuidado hacia el otro. “En este contexto empieza a difundirse el
concepto de slow sex”, explica Emma Ribas. En este último caso, y a diferencia
del sexo explosivo y rápido, el objetivo no es tener un orgasmo (o muchos)
cuanto antes. No hay prisa, no hay objetivo. No hay motivación más que
encontrarse con el otro, “mirarse a los ojos, descubrirse, respirar juntos,
comunicarse, sintonizarse, sin tiempos”. Juan Carlos Albaladejo comenta que si
el lector no se siente retratado en ninguna de estas motivaciones para tener
sexo, sencillamente lo puede tener porque sí. Tampoco es necesario buscar
ninguna razón, y menos a principios de año.

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